Lunes 23 de marzo. Cuarto día de cuarentena. Es lunes, podría ser martes, miércoles o domingo nuevamente… En una situación como esta, todo da igual. No hay fútbol, no hay espectáculos públicos…, los programas de TV se repiten una y otra vez de manera insistente hablando del coronavirus. La premisa es repetida, casi única: “quédate en casa”. Una sociedad que lentamente, y finalmente parece, entra en razones. El único antídoto real para frenar el avance de la pandemia, al menos hacia nuestras latitudes.
Llegan las noticias devastadoras desde el exterior, de España e Italia fundamentalmente. Información que mete miedo, suma y resta en el mismo instante. Nos refuerza la concientización, nos preocupa que en Argentina nos pueda pasar parecido. Necesitamos buenas nuevas. Nos aferramos a la esperanza del avance médico, de la vacuna salvadora. En tanto, esperar pacientemente. Nos da tranquilidad, certezas, ver, escuchar, lo bien que está trabajando el Estado Nacional. Con un presidente a la altura de las circunstancias. Que no le tiembla el pulso. El mismo temple y capacidad que han sabido demostrar en estas horas nuestras autoridades con el Intendente y el Director del Hospital a la cabeza. Fernández, Suescun y Achaga han demostrado y representado la política que todos quisiéramos ver, no solo hoy, sino siempre. En medio de la enorme gravedad que supone el coronavirus, una luz de esperanza al fin de la grieta.
Todos dicen y así debe ser, que, en relación al coronavirus, nos estamos preparando para lo peor. Que lo más grave está por llegar. Es casi un hecho que la cuarentena no concluirá a fin de mes. El presidente ya lo anticipó. Esta larga espera en nuestras casas a disparado un sinfín de especulaciones sobre lo que vendrá. Pero también ha generado un espacio impensado en nuestras vidas cotidianas. Un freno brusco, abrupto, una pausa larguísima en nuestra habitualidad. Una interrupción que debería permitir revisar todo, a fondo. Hasta hace dos semanas, era habitual que en nuestros grupos de whats up, Facebook y todas las redes sociales que consultamos, nos llenáramos de mensajes, fotos y videos, invitándonos a hacer lo que debería ser el ideal de la vida. Parar la pelota, valorar a quienes tenemos a nuestro lado siempre, compartir tiempo con nuestros afectos, valorar lo verdaderamente importante. Y en ese camino nos sugeríamos lo de siempre, lo más fácil: un te quiero, un abrazo, un beso… Hoy, cuando de golpe perdimos desde lo más natural que puede ser un mate con Rosa, una charla en casa de mi madre, el trabajo con los chicos de la oficina, una cena de la peña, la cerveza después del partido de paleta (muy autoreferencial todo); cuando salir a la calle a caminar, cuando respirar aire puro en las plazas de la ciudad aparecen como privilegios de otra época, pienso en esos mensajes de nos mandábamos y no siempre cumplimos. Soñar con que esta pesadilla del Coronavirus pase lo antes posible, y que tras ella aparezca una sociedad mejor, renovada, con valores reales y perdurables. En un tiempo mejor. Escucho el tema ·Volveremos a brindar” de la española Lucía Gil, y vuelvo a emocionarme. Resume lo que todos queremos, deseamos, imploramos, vuelva a ocurrir prontamente. De nosotros depende, como nunca, como siempre…
https://youtu.be/An4T0wUerRs (se los dejo).