Opinión / A propósito del Golpe Cívico-Militar de 1976
Al haberse conmemorado ayer un nuevo aniversario del Golpe Cívico-Militar de 1976, que sumió al país en una de las etapas más trágicas de la historia nacional, caben algunas necesarias reflexiones.
A 45 años de aquella tragedia, resulta imperioso mantener vivos en la memoria aquellos sucesos de antaño, para que ese ejercicio colectivo nos permita evolucionar como sociedad, haciendo posible el anhelo de construir una Patria más inclusiva e igualitaria.
Claro que para ello es necesario que esa mirada crítica sobre los acontecimientos de aquel pasado trágico, no obnubile la visión para percibir las nuevas formas de opresión que están ocurriendo en el tiempo presente.
El legítimo y permanente reclamo de Memoria, Verdad y Justicia por la violación sistemática de los derechos humanos en la etapa de la dictadura militar que encabezó el genocida Jorge Rafael Videla, debe tener su correspondencia frente a sucesos graves que se desarrollan en la actualidad, a la vista de todos.
Un claro ejemplo del retroceso de la Argentina en materia de derechos y libertades individuales son las atrocidades que está cometiendo el déspota peronista-kirchnerista Gildo Insfrán en la provincia de Formosa.
No es posible condenar los hechos violentos del pasado y a la vez esconder y/o subestimar la represión que está llevando adelante este dictador feudal, en el poder desde 1995.
Invisibilizar a las mujeres que se esconden en el monte formoseño para que no les quiten a su hijos y bebés separados de sus madres al nacer, desacredita cualquier análisis histórico en materia de derechos humanos.
Ocultar que la policía de Formosa secuestra mujeres embarazadas, las persigue o las encierra en centros de detención, les practican cesáreas arbitrarias y separan a sus bebés de sus madres, con la excusa de cuidar a la gente de la pandemia de coronavirus, es una forma de violencia solo comparable a las aberraciones que ocurrían en los centros clandestinos de detención, en tiempos de la feroz dictadura.
Es imperioso que la Justicia continúe revisando los acontecimientos del pasado y que, paralelamente, avance con celeridad para sancionar a los represores actuales, que disfrazados de demócratas avanzan sobre los derechos ciudadanos más elementales y denigran la condición humana.
Para que la historia nacional no vuelva sobre sus pasos más infaustos, es necesario ponerles coto a estos nuevos dictadores, que en realidad no son tan nuevos. Que todo el peso de la ley caiga sobre ellos y también sobre sus cómplices, esos que miran para otro lado e «invisibilizan» el peor de los terrorismos de Estado: el que se practica impunemente en democracia. (edición Nº 1511 del Semanario La Palabra).